De la entrevista al Pritzker 2016
Alejandro Aravena, su reconocimiento y sus palabras.
Si bien con el reconocimiento a Shigeru Ban, y su trabajo con proyectos de respuesta a desastres, hubo ya un viso de cambio de tendencia en los lineamientos del Pritzker, con el premio a Aravena, como bien lo dice EL PAÍS en la entrevista que le realiza se “…envía un mensaje casi contrapuesto al que ha lanzado en otros tiempos: es más urgente aprender bien gramática que escribir la gran novela. El propio arquitecto explica a EL PAÍS, desde su estudio en Santiago, que su profesión debe recuperar el peso social y alejarse de la irrelevancia.”
Se esta premiando la esencia inicial y de fondo de la arquitectura, alejándose de formalismos y tendencias, no de la estética y belleza, sino de las pretensiones. Se esta premiando el trabajo e impacto social de una disciplina que de pronto pareciera perdió su sentido humano. Y eso es de llamar mucho la atención, es decir, estamos hablando del reconocimiento a un impulsor de la autoconstrucción y la vivienda progresiva. Quizá es la maestría con lo que lo hace, lo que lo ha hecho merecedor del galardón, ya que defensores de esta “arquitectura social” los ha habido desde siempre; o es quizá como también se menciona en la entrevista, el resultado de los tiempos de crisis que vive el mundo, como sea, creemos que es un gran paso, solo nos queda esperar que no se trate de una moda de la “arquitectura social” como la que vivimos de la llamada “sustentable”
Consideramos vale la pena resaltar algunos de los conceptos que toca Aravena en dicha entrevista, en la que invita a que reflexionemos tanto en nuestro papel como el de nuestra obra y la necesidad valorar el impacto de ambos, en la ciudad y sus habitantes:
Refiriéndose al gremio de los arquitectos, nos comenta: “Hemos estado marcados como profesión por tratar de responder a problemas que les interesan solo a otros arquitectos. Hemos sido poco entrenados a que nuestro punto de partida quede fuera de la arquitectura. Quizá por una especie de anticipación a garantizar un resultado pulcro, escultórico, hemos llegado a pensar que si la solución no se ve de origen puede que no llegue a hallarse. El precio que hemos pagado por esa manera de trabajar es el de la irrelevancia. No nos llaman para que nos encarguemos de ningún tema duro. Cuando hay una piedra en el zapato no se llama al arquitecto. “Como no tenemos tiempo ni recursos… Cuando los tengamos les llamaremos”. No es el caso de los economistas, los abogados o los ingenieros, a los que se recurre más cuanto mayor es el problema.
…Perdimos la capacidad de ser una disciplina a la cual se recurre automáticamente cuando hay un problema. Y sin embargo teníamos en el núcleo de nuestro conocimiento una herramienta poderosa para hacernos cargo de la complejidad. Eso es lo que como profesión deberemos restaurar: la posibilidad de contribuir a problemas fundamentales.
…A mayor escasez mayor necesidad de justificar las operaciones que haces. La escasez de recursos obliga a la abundancia de sentido. Mientras que una abundancia de recursos puede llevar a una escasez de sentido: a hacer las cosas simplemente porque puedes. El caso de Chile, a mitad de camino entre ser suficientemente pobre para tener que justificar las respuestas que das, pero no tan pobre como para actuar sólo para sobrevivir, permite inaugurar algo que no existía antes. Estar a mitad de camino es sumamente sano.
…En arquitectura innovar es muy difícil porque es difícil acercarse a algo que no ha sido probado. La agricultura funciona igual. Si siembras algo que no se ha sembrado antes debes invertir. Si te funciona te copiarán. Si no funciona, te comes solo los costos de tu fracaso. Por lo tanto todos están esperando que se mueva primero otro.
…Es necesario construir los espacios donde ocurre la vida con conocimiento tanto como hay necesidad de construir la vivienda de quien no puede proveérsela a sí mismo. Los arquitectos traducimos los verbos simples: estudiar, trabajar, dormir, comer, encontrarse, disfrutar a sustantivos: oficinas, escuelas, casas, parques… Nuestra contribución a la vivienda social no viene de modificar la política financiera. Nosotros traducimos a formas. Por eso hacer otros proyectos es un entrenamiento.
…Las ciudades son mecanismos muy eficientes en la mejora de calidad de vida de las personas. Suponen acceso a agua potable, a electricidad, a una educación y a trabajo. Sin embargo, las instituciones no han sabido resolver la cantidad de vivienda que tenemos que producir para acomodar a la gente que llega a las ciudades. Por eso los asentamientos informales no representan la incapacidad de la gente de acceder a una vivienda decente. Al contrario, demuestran que a pesar de no contar con ningún tipo de apoyo oficial la gente puede dotarse a sí misma de una protección contra el medio ambiente.
El mayor problema de las favelas es que el bien común no queda garantizado con la acción individual. Eso deja un papel para la arquitectura como canalizadora de las capacidades de la gente para autoconstruir. Sin contar con la iniciativa ciudadana no llegamos a construir ciudades más que para una minoría del mundo.
…Una familia sabe mejor que nadie qué es lo que necesita. De modo que si los arquitectos proveen el marco físico y organizativo adecuado para que eso sea posible garantizando un orden lejos de una resignación, estamos respondiendo a la diversidad como nunca antes habíamos sido capaces de hacerlo.
…Sería muy malo que los arquitectos nos apartáramos de los problemas complejos. Pero lo que debemos aportar no es aquello para lo fuimos entrenados, con una orientación artística. Muchos de los proyectos en los que nos metemos no tenemos idea de cómo vamos a resolverlos. Pero contamos con la capacidad de traducir el conocimiento a forma.”
Victor Ramírez Alvarado.
Con información de El País (www.culturaelpais.com )